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¿PODEMOS
INFLUIR EN LOS DEMAS?
Si
observamos detenidamente a las personas que solemos
llamar "públicas" nos encontraremos con que
muchas de ellas nos atraen, nos gustan pero no por su
físico sino por "algo". Ese "algo",
sin lugar a dudas, es esa seguridad absoluta que transmiten.
Poseen una razonada confianza en su persona y saben
perfectamente servirse de ello con buen criterio.
Pero,
tenemos que poner los medios necesarios para alcanzar
esa seguridad. No podemos dejarnos influir ante ningún
personaje y si alcanzamos la fuerza mental necesaria
para conseguirlo, habremos, casi, llegado al éxito.
En primer
lugar, tendremos que obtener un perfecto equilibrio
fisiológico, de esta forma nos sentiremos menos influenciables
por los demás y nuestros controles de las emociones
se verán favorecidas. El entrenamiento tendrá que ser
diario y así podremos desarrollar ese estado de paz
psíquica que permanecerá inalterable ante quien quiera
que sea.
Algunos
aspectos que tenemos que cuidar en gran mediada son,
por ejemplo la mirada, la voz y la palabra.
Una mirada
franca y directa expresa, rectitud en el pensar y obrar
pero, por el contrario, una mirada "que no es ni
una mirada ni nada" nos refleja actitudes poco
recomendables y sobre todo, una gran inseguridad.
Los ojos
transmiten de forma espontánea nuestros pensamientos
y aunque parezca una tontería deberíamos ejercitarlos.
Una práctica recomendada por los estudiosos es leer,
todos, los días, una página de cualquier libro sin pestañear.
Aumentaremos nuestra capacidad de fijación y nuestra
expresividad se verá favorecida.
No todas
las persona tenemos una voz agradable, pero con constancia
podemos lograrlo. Algunos tendrán una dicción perfecta
y a otros, apenas les entendemos. Vigílese, a lo largo
del día, para no hablar deprisa, ni de forma precipitada.
Hay que dar sensación de tranquilidad. Nuestra voz pasará
a ser penetrante y la palabra convincente. Siempre hablamos
para ejercer cierta influencia en el ánimo y espíritu
de nuestros interlocutores y el acento más persuasivo
que podemos adoptar es el del tono firme que demuestre
nuestro perfecto convencimiento de lo que decimos. Es
necesario que se nos entienda claramente lo que decimos
y siempre debemos esperar que termine nuestro interlocutor.
"Persuadir
es hacer nacer en el espíritu de otra u otras personas
los sentimientos e ideas que nosotros desearíamos que
tuviesen"
Para
influir sobre los demás, en primer lugar, hay que tratar
de disponer el espíritu de los demás a sufrir nuestras
influencias. En segundo lugar, tratar de evitar toda
idea de rechazo. Nada mejor que evitar toda impresión
desagradable ya que, si cometemos este fallo, en nuestro
interlocutor, automáticamente aparecerá un impulso de
rechazo que nos será después muy difícil de subsanar.
El núcleo
o centro de todo este tema, está en influir en los demás
pero sin que éstos se enteren. Es decir, si adoptamos
unas formas o maneras imperiosas y autoritarias, nuestros
interlocutores se mantendrán a la defensiva. Es como
si le invitásemos a retraerse en todo. Es mucho mejor
adoptar una actitud envolvente y evitar toda alusión
directa. Si tenemos cuidado de no despertar la desconfianza
y repetimos nuestras afirmaciones varias veces, sin
lugar a dudas, obtendremos aquello que deseamos pues,
normalmente las personas sólo son capaces de resistirse
un tiempo determinado. Podemos realizar un entrenamiento
durante algunos días y observaremos que una palabra
bien expresada, en tono moderado y un control perfecto
de nuestras actitudes, desarrolarán una sensación de
seguridad con una velocidad inusitada.
Es muy
útil e importante el saber salir de situaciones que
nos pueden parecer difíciles. Por ejemplo, una conversación
que vamos a mantener sobre un tema delicado. Mentalizarnos
de que es necesario ganar la partida y hay que prever,
dentro de lo posible, la actitud que va a tomar la otra
persona y cuáles serán las objeciones que, pensamos,
nos pondrá.
Es mejor
"adivinar las intenciones" de nuestro interlocutor
el tratar de estudiarle en los primeros minutos. Cuando
establezcamos contacto con alguna persona tenemos que
obligarle, sin que se entere lo más mínimo, a descubrirse.
Al iniciar
el contacto, recomendamos, por ejemplo, empezar con
otro tema que no tenga nada que ver con el que realmente
nos ocupa. Haremos, de esta forma, que nuestro interlocutor
se sienta comunicativo.
Hay que
desterrar el miedo de fracaso, ya que sólo la idea de
la importancia en un momento dado es suficiente para
mantener verdaderas crisis de angustia. "Una gota
y otra gota y otra gota ... pueden llegar a llenar el
vaso". Cualquier esfuerzo por pequeño que sea,
facilita siempre el próximo.
Si preguntásemos
a varias personas de las que han llegado por sus propios
medios a donde querían cómo han podido conseguirlo,
llegaríamos a la conclusión de que todas tienen algo
en común: el elemento dominante de su carácter ha sido
el mantenimiento continuo de su estado de ánimo fijo.
Pero, no nos sorprendamos. Su actividad ha sido, más
bien, uniforme, ordenada y metódica. Su esfuerzo diario
es tranquilo y dosificado.
No todos
hemos sido llamados para ser genios dentro de nuestros
mundos particulares, pero si seguimos un plan concebido
para nuestros actos e ideas se asemejan al ideal que
nos hemos trazado, llegaremos a obtener el máximo rendimiento
de nuestras cualidades. La constancia es el secreto
de muchos éxitos.
Para
poder obtener el máximo rendimiento de nuestros esfuerzos
lo primero en que tenemos que pensar es en un objetivo.
Mantenerlo y adaptarnos a él fácilmente. Un escalador
antes de pensar en la cumbre tiene que afianzarse en
pasos intermedios. Nuestra mente nos da fuerzas más
que de sobra para intentar una rectificación de nuestra
existencia con las mayores posibilidades de éxito. Las
piedras que siempre encontraremos deben ser estudiadas
muy cuidadosamente, analizadas una a una y de esta forma,
lograremos eliminarlas y vencerlas. Las dificultades,
en su momento y una a una. Si las vemos todas juntas,
nos entrará el temor desde el principio.
Tenemos
que acostumbrarnos a no contar más que con nuestro propio
esfuerzo, con nosotros mismos. Debemos perfeccionar
nuestras aptitudes, nuestras facultades físicas y mentales
nuestras energías y nuestra voluntad y debemos dejarnos
de perder el tiempo en "otras cosas".
Ahora
bien debemos ser concientes de nuestras propias limitaciones.
No todos podemos desarrollar la misma capacidad de trabajo
sin alterar nuestra salud. Lo mejor es desarrollar un
trabajo regular, uniforme y con la misma intensidad.
Hay, también, que saber descansar y desprenderse de
las preocupaciones.
Si nos
preofesionalizamos en la carrera que hemos escogido
y nos convertimos en perfectos expertos, en auténticos
fuera de serie, sea cual sea nuestro nivel social, desprenderemos
optimismo, serenidad y seguridad.
Para
poder influir, de alguna manera, en los demás es necesario
que tengamos un alto poder de concentración, que pensemos
en una sola cosa al mismo tiempo. Para influir en una
persona a distancia hay que actuar enérgicamente, con
frecuencia y constancia. Pero, no basta con tener la
intención de hacerlo, sino que tenemos que realizar
un esfuerzo para concentrar la energía mental sobre
aquello que deseamos, todos los días. Si pensamos en
varias cosas a la vez, malgastaremos nuestras energías
y el potencial de nuestra voluntad se verá disminuido
considerablemente.
Por último,
es preciso no desanimarse nunca. Aparecerán muchos obstáculos
circunstanciales y si no estamos preparados y dotados
de las suficientes barreras, sucumbiremos al esfuerzo
que tenemos que realizar. Para llegar a una meta, siempre
se requiere un esfuerzo.
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