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LA TOMA DE DECISIONES
En el
trabajo, como en la vida misma, hay que estar constantemente
tomando decisiones, unas podrán ser más trascendentales
que otras y los beneficios o perjuicios que puedan ocasionar
al llevarse a la práctica serán mayores o menores.
No obstante,
la imperiosa necesidad de tomar constantemente decisiones
es una asignatura que prácticamente no se enseña en
ningún sitio y sí únicamente en cursos especializados
para personal directivo. Sin embargo, sí se exigen después
responsabilidades a todos los niveles por las consecuencias
(sobre todo si éstas son negativas) de las decisiones
adoptadas, lo cual no deja de ser, cuando menos una
ironía.
En muchas
ocasiones cuando se habla de tomar decisiones se piensa
únicamente en grandes problemas de consecuencias trascendentales
y no se mencionan los pequeños problemas que aparecen
día a día y que será necesario resolver para que todo
siga funcionando normalmente.
Estamos
de acuerdo en que un pequeño problema mínimo, que no
se resuelve mañana ni en la próxima semana, empezará
a crecer y a cobrar importancia. Máxime si se va asociando
a otros problemas, que por falta de tiempo o por abulia
tampoco se resuelven. Lo que empezó siendo un pequeño
grano de arena puede llegar a convertirse en una gran
montaña.
No siempre
los problemas aparecerán claramente definidos. En demasiadas
ocasiones serán sólo unos síntomas ligeros los que empiezan
a aflorar. En esos casos una buena intuición y una buena
capacidad de análisis serán decisivos para poder aplicar
una terapia a tiempo y evitar así el agravamiento. Si
bien lo ideal sería una actitud preventiva, que evite
que se den las circunstancias idóneas para que aparezca
el problema, aunque ésto no siempre será posible.
Hay multitud
de problemas que inicialmente presentarán los mismos
síntomas, con lo que si no se está acostumbrado a tratar
con este tipo de problemas se corre el riesgo de malinterpretar
los signos que aparecen y dar un tratamiento equivocado
y que, lógicamente, no resolverá la situación.
Antes
de tomar cualquier decisión que pueda afectar a un grupo
de personas, conviene, si ello es posible y la sugerencia
del problema lo permite, consultar con las personas
afectadas.
Hoy día,
son cada vez más las Organizaciones que utilizan este
sistema decisorio, a juzgar por las publicaciones de
los últimos años y que hacen mención de los beneficios
que reporta ésta metodología para resolver problemas.
Lógicamente
esto conlleva un mayor tiempo, pero a cambio se puede
conseguir una mayor aceptación por parte de los afectados
con la solución elegida, aunque ésta no sea la ideal
para muchas personas.
Hay un
punto muy importante a tener en cuenta en la toma de
decisiones y nos estamos refiriendo a la urgencia de
las mismas.
Sabemos
que no siempre se podrá tener toda la información necesaria
para tomar una decisión, pero hay que jugar, también,
con el factor tiempo y así habrá ocasiones en las que
se tendrá que sacrificar parte de la precisión en las
respuestas a la rapidez, mientras que otra veces puede
suceder lo contrario.
Hay ocasiones
en las que es necesario tomar una decisión inmediata
y es precisamente en estas ocasiones en las que habrá
que cerciorarse de que efectivamente es urgente tomar
una decisión, pues pudiera ser que la urgencia no sea
tal, o bien, haya sido forzada por otra persona para
su propio beneficio.
La toma
de decisiones no es un acto aislado, sino un proceso
continuo. Una decisión lleva a otra decisión y así indefinidamente,
de acuerdo con el siguiente proceso: DECISION-ACCION-INFORMACION,
lo que a su vez hará tomar nuevas decisiones que llevadas
al campo de las práctica proporcionarán nuevas informaciones.
ETAPAS
Para
poder llegar a tomar una decisión es necesario pasar
por una serie de etapas.
Esto no se hace a nivel consciente y así puede dar a
veces la impresión de que la solución ha aparecido como,
por arte de magia, sin pensar. No obstante y exceptuando
unas pocas decisiones que se toman por acto reflejo,
todas pasan por las mismas etapas, deteniéndose más
o menos en cada una de ellas. Así, el proceso decisorio
puede realizarse en unos cuantos segundos o bien puede
durar meses o incluso años.
La duración del proceso estará en función de una serie
de variables como son, la trascendencia que la decisión
vaya a tener, de la personalidad de quien ha de tomar
la decisión y de la cantidad de información disponible
en un momento dado.
Son cinco
las etapas o pasos a seguir.
1-
Identificación y definición del problema.
2-
Recogida y análisis de datos disponibles.
3-
Desarrollo y ponderación de las posibles soluciones
opcionales.
4-
Selección de la decisión más adecuada.
5-
Implantación de la decisión.
IDENTIFICACIÓN
Y DEFINICION DEL PROBLEMA
El primer
paso para resolver un problema es identificarlo y definirlo.
Para ello, habrá que estudiar las manifestaciones externas
que aparezcan, las cuales no siempre serán fáciles de
detectar y reconocer. Muchas veces, la intuición jugará
un papel fundamental. Se necesitará una especial sensibilización
a los problemas para poder ver síntomas de que algo
anda mal donde otros no ven sino acciones sin importancia.
Se deben
poner por escritos todos los síntomas observados.
A continuación
y a contexto de los datos, habrá que hacer una primera
definición del problema siguiendo la serie de preguntas
clásica:
¿QUE
...ocurrió?
¿QUIEN
....está siendo afectado?
¿COMO
..... sucedió?
¿CUANDO
.....aparecieron los primeros síntomas?
¿DONDE
.... se registraron las primera anomalías?
¿POR
QUE ha ocurrido en esta zona?
Al igual
que en el resto del proceso toda la información generada
deberá constar por escrito.
Una vez
definido el problema y antes de pasar a la segunda etapa,
habrá que hacer una evaluación de la importancia del
mismo y de la necesidad de resolverlo urgentemente,
a fin de establecer un sistema de prioridades, puesto
que siempre habrá que resolver antes el problema principal
que los secundarios. En muchas ocasiones, al dar una
solución al principal, automáticamente aparecen soluciones
de los secundarios que estaban dependiendo de él.
RECOGIDA
Y ANALISIS DE LOS DATOS DISPONIBLES.
En esta
segunda fase, habrá que resolver las incógnitas planteadas
en la definición del problema. Para ello contaremos
con información interna y externa. Habrá que utilizar
la información que proporcione la experiencia y la intuición,
por haber resuelto situaciones similares en ocasiones
anteriores. En ésta etapa conviene distinguir los hechos
de las opiniones.
Hechos:
son afirmaciones útiles y objetivistas y su realidad
es independiente de la fuente que la proporciona.
Opiniones:
son juicios de valor, cuya validez dependerá de la fuente
que la proporcione.
Si bien
habrá que tener en cuenta toda la información, con las
opiniones habrá de adoptarse una actitud más cauta.
Es en éste momento cuando convendrá recabar la opinión
de otras personas, no solamente aquellas implicadas
en el problema y a las que la solución puede afectar.
También se deberá escuchar, si hay posibilidad, a personas
más expertas en ésta clase de problemas que puedan aportar
soluciones que se han demostrado válidas en circunstancias
más o menos similares.
Una de
las cosas de las que hay que estar seguros es de que
nunca tendremos absolutamente toda la información, por
lo que será necesario cortar en un momento determinado
esta fase.
DESARROLLO Y LA PONDERACION
DE LAS POSIBLES SOLUCIONES
Nunca
existe una única solución para resolver un problema.
Normalmente, serán varias las posibles soluciones con
sus correspondientes ventajas y desventajas cada una
de ellas.
En ésta
fase se formularán una serie de hipótesis lógicas que
puedan explicar el problema planteado.
Ante
cada posible solución habrá que preguntarse:
¿Por
qué esta solución va ser válida?
El enfoque
ha de ser posible y optimista, y no al contrario. Si
la respuesta a la pregunta no es satisfactoria habrá
que desecharla como alternativa válida. Una vez que
se tenga posibles soluciones para el problema, hay que
pasar a la etapa siguiente.
SELECCION
DE LA DECISION MAS ADECUADA.
La selección
de la decisión que se revele más adecuada, habrá de
hacerse en función del objetivo perseguido y de la filosofía
de la Organización o de la persona que decide. Cualquier
decisión aportada ha de ser consecuente con la que se
han ido tomando anteriormente. Esto es, debe, existir
una continuidad que permita a otras personas descubrir
cuál es la filosofía o la política en una materia o
asunto determinado.
Indudablemente,
al decidirse por una de las opciones y antes de llevarla
a la práctica, convendrá analizar el cómo van a reaccionar
las personas afectadas y qué facetas de las relaciones
con esas personas pueden tener repercusiones. Las otras
posibilidades que se revelen como válidas, pero que,
finalmente, no han sido elegidas, deberán tenerse en
cuenta como posibles soluciones de recambio, por si
fallara o no diera los resultados esperados la solución
elegida.
IMPLANTACION
DE LA SOLUCION ELEGIDA
La última
etapa en la toma de decisiones es precisamente la acción.
Es en éste momento cuando habrá que llevar a la práctica
la decisión elegida, ya que de no hacerlo así, por muy
adecuada que sea la solución no servirá absolutamente
para nada.
Hay muchas
que mueren sin haber llegado a vivir, quedándose simplemente
en buenas intenciones o a lo sumo en una bonita teoría
que pudo ser algo más que eso, pero que no lo fue.
Esta
puesta en acción de la decisión exigirá, normalmente,
algunos cambios y no siempre será bien recibida por
las personas o los grupos afectados, por lo que conviene
planificar el sistema de implantación y vigilar el desarrollo
del mismo, a fin de asegurar el éxito.
Durante
esta fase de ejecución deberán ir introduciéndose los
elementos correctores necesarios, aplicando para ello
las medidas que se consideren oportunas. Una vez ejecutada
la última etapa habrá que analizar y evaluar los resultados
conseguidos, lo que dará una nueva información que será
útil para el siguiente proceso de toma de decisiones.
FACTORES QUE PUEDEN INHIBIR
LA TOMA DE DECISIONES
Existen
una serie de factores que, unidos a una resistencia
generalizada al cambio, pueden interferir e incluso
anular el proceso de toma de decisiones.
TODO
O NADA: son muchas las personas, a todos los niveles,
que cuando se plantean tomar una decisión buscan que
ésta sea perfecta, es decir, que todo esté a su favor
y nada en contra y si no encuentran una que cumpla estos
requisitos, no actúan. Esta es una actitud utópica,
pues no existe nada perfecto y en muchas ocasiones no
es sino una excusa para no asumir riesgos y continuar
como se está, o puede ser que se tome la decisión de
no actuar hasta tener la solución perfecta, es decir,
nunca.
TIEMPO:
en muchas ocasiones se decide demasiado pronto, sin
definir ni evaluar suficientemente el problema.
Son estas
personas demasiado decisorias y muchas veces, lo único
que hacen es adoptar la decisiones para salir del paso,
pero sin atacar el problema a fondo, por lo que éste
puede volver a reaparecer al poco tiempo y con una mayor
violencia.
En otras
ocasiones se tarda demasiado en adoptar una decisión.
Son personas indecisas las que actúan de ésta manera.
No se
atreven a asumir riesgos y recaban más y más información
para no equivocarse y al final, lo que suele suceder
es que es demasiado tarde para tomar una decisión, por
lo que éstas, en la mayoria de los casos es inviable.
EL
DESEO DE AGRADAR: por evitar que alguien se pueda
sentir molesto con una decisión, muchas personas prefieren
no decidir o elegir entre las opciones, la solución
que producirá menos enfrentamientos, aunque ésta no
sea la más adecuada.
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